Las “juntas de propietarios”, ese evento anual que provoca una mezcla de curiosidad y temores entre los vecinos en donde, durante unas horas, el edificio se convierte en una arena donde personajes anónimos del vecindario aparecen para debatir problemas que, seamos honestos, deberían haberse resuelto hace una década.
Entre eternas discusiones sobre el color de las jardineras o si el presupuesto alcanza para cambiar el felpudo del portal, hay un punto que reina sobre todos: ruegos y preguntas.
Y, admitámoslo, ¿quién no experimenta un ligero escalofrío cuando llega ese momento en el orden del día?
El caos controlado: ESCENARIO DE BATALLA.
El apartado de ruegos y preguntas tiene la capacidad de transformar una reunión inicialmente tranquila en una obra dramática donde cualquier vecino puede convertirse en estrella por un día. ¡Aquí todo puede suceder!, desde quejas por el gato del tercero que pasea por los balcones hasta debates encendidos sobre el uso de la terraza como sala de fiestas.
En este espacio, no hay reglas escritas y el resultado siempre es impredecible, como tirar un dado en un juego de azar.
Lo paradójico de todo esto es que, mientras los puntos previos del orden del día se preparan meticulosamente, ruegos y preguntas es la versión vecinal de una caja de Pandora. El administrador, con el café ya en niveles preocupantes, y la junta directiva, que intenta mantener la compostura, suelen encontrarse con sorpresas dignas de un guion surrealista; ¿quién podría prever, por ejemplo, que alguien propondría instalar un detector de insectos en el trastero? o que el vecino del primero recuperara su clásica “esto ya lo dijimos en la última junta y no se hizo nada”. ¡Imperdible!
El punto de desahogo: TERAPIA COLECTIVA.
Si creías que los vecinos asistían a las juntas para aportar soluciones, lamentamos decepcionarte.
Ruegos y preguntas es, en realidad, una sesión de terapia grupal no declarada. Vecinos que apenas intercambian un saludo en el ascensor, ahora se enfrentan como si estuvieran en un drama de horario estelar. Las quejas, muchas veces, se remontan a incidentes de hace varios años o incluso a juntas olvidadas. ¿Y lo más curioso? Ningún problema se resuelve en el acto.
El verdadero propósito de este punto no es encontrar soluciones, sino proporcionar un espacio para liberar tensiones acumuladas. Mientras tanto, el administrador, con una sonrisa que mezcla nerviosismo y diplomacia, intenta contener la situación en un mar de desacuerdos.
¿Por qué ruegos y preguntas se convierte en un campo de batalla?
La explicación es sencilla; muchas quejas llevan meses o incluso años en el tintero. Este es el momento donde la presión acumulada explota, transformando la reunión en un duelo verbal donde los vecinos que apenas cruzan palabra se lanzan argumentos como si fueran flechas.
¿Cómo evitar que el caos se desate?
La paciencia es clave, aunque siempre hay margen para mejorar con algunas estrategias. Limitar el tiempo de intervención puede evitar que el vecino del segundo monopolice 20 minutos hablando del arbusto del jardín. Mejor aún, ¿por qué no pedir que los vecinos envíen sus dudas previamente? Así, la junta directiva podría llegar con respuestas preparadas, o al menos con excusas elaboradas para salir del paso.
El rol del presidente y administrador: equilibrio y diplomacia.
El presidente y el administrador son piezas fundamentales en este acto final de la junta. Aunque su tarea puede ser tan desafiante como la de un negociador internacional, mantener el orden es imprescindible. Sin su intervención, la reunión podría derivar en una interminable charla sobre el buzón que chirría o la sombrilla que genera sombra “inadecuada” en la piscina.
Por eso, su capacidad para gestionar estas situaciones es crucial para evitar un colapso en la reunión.
Ruegos y preguntas, entre sobrevivir y aprender.
En conclusión, este apartado puede parecer inofensivo en el papel, pero en la práctica es una caja de sorpresas. Si no se maneja adecuadamente, puede transformarse en un espectáculo digno de una obra teatral.
Pero si todo falla, siempre queda la opción de sentarse, disfrutar del espectáculo.
Por suerte, en AFISER sabemos manejar estas situaciones caóticas.
Como Administradores de Fincas colegiados con muchos años de experiencia, hemos vivido de todo. Contamos con un equipo altamente cualificado y estrategias efectivas para mantener el orden en las juntas, incluso en los momentos más tensos.
¡Así que, vecinos, tranquilos! que nosotros nos ocupamos de que todo salga bien.